blog de Rebeca Martín Gil

jueves, 24 de noviembre de 2016

Violencia de género

Hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de Género.

La violencia de género ha formado parte de la historia de la literatura castellana, desde ejemplos tan tempranos como la afrenta de Corpes. 


En el Siglo de Oro, Lope de Vega (1562-1635), en su comedia El perro del hortelano, pone en boca de Tristán, el gracioso, los siguientes versos:
                        “Bien te puedo
                        responder lo que responden
las malcasadas, en viendo
cardenales en su cara
del mojicón de los celos:
rodé por las escaleras.”
Que sea el gracioso quien los pronuncie deja lugar a que el público se ría de una situación que para nada es cómica. En estos versos, la mujer esconde lo que saben quienes la rodean, que ha sido agredida. No queda claro si miente por sentirse culpable o para proteger al marido.



Precisamente en la figura del marido se centra el título de un poema de la extremeña Carolina Coronado (1820-1911), “El marido verdugo”. La poeta romántica describe a los hombres maltratadores como “feroces dañinas alimañas”. De humanos solo tienen la forma, el revestimiento. Coronado se burla de su aparente valentía: “las gloriosas hazañas del valiente” y, seguidamente, explica cómo el hombre agrede a su mujer apretándole el cuello, tirándole de los cabellos, causándole moratones en la piel… Termina comparando a la mujer con un “lirio suave y delicado” y a su maltratador con un “áspero cardo”, lamentando que ella pierda al lado de un marido cruel su belleza y juventud.


Mucho más reciente (2016) y con clara vocación de denuncia es la antología del Ayuntamiento de Salamanca No resignación, recopilada por Alfredo Pérez Alencart. 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

El equipaje del náufrago - Francisco García Marquina




Francisco García Marquina obtuvo el Premio Blas de Otero (2003) por el poemario El equipaje del náufrago. Observamos en esta obra dos ejes temáticos: por un lado, la nostalgia y los efectos del paso del tiempo, con una constante interacción entre el pasado y el presente; por otro, la visión del yo como alguien ajeno.
Como un nuevo Ulises, García Marquina habla de un lapso de veinte años en dos de sus poemas, “Llamada en Navidad” y “Estación central”, recordando un amor adolescente. En “Antepasados” habla con los protagonistas de unos retratos y se detiene en una mujer, interpretando en la mirada del lienzo un grito de auxilio, la necesidad de ser amada.
También la niñez aparece en estas páginas. Describe a un compañero de estudios, obligado a regresar a su pueblo, muerto en la rueda de un molino, en “Retrato de un joven estudiante”. En “Noche de Reyes”, asistimos al desgarro de conocer cómo algo en lo que él creía resultó ser falso.
El yo como alguien ajeno irrumpe en poemas como “D.N.I.”, donde parece no poder controlar su propia vida: “Caducaré en la fecha en que se indica”. En “Triste epitafio alegre” vemos una concepción cíclica de la vida y la muerte, así como el sereno acercamiento del poeta a Dios, y leemos: “y también a la muerte le llegará la muerte”.
En el poema “El equipaje del náufrago”, leemos cómo el poeta hace repaso de su vida, de lo que quedará cuando se vaya, de las cosas que ha dejado escapar:

“Poca cosecha para tanto esfuerzo
¿qué fue la vida? Verte
pasar y regresar
para volver a irte.
Y llenar en la plaza una cesta de ruidos y colores
para hacerme la ausencia soportable.”