Hoy, 25 de noviembre, es el
Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de Género.
La violencia de género ha
formado parte de la historia de la literatura castellana, desde ejemplos tan
tempranos como la afrenta de Corpes.
En el Siglo de Oro, Lope de
Vega (1562-1635), en su comedia El perro
del hortelano, pone en boca de Tristán, el gracioso, los siguientes versos:
“Bien te puedo
responder lo que responden
las malcasadas, en viendo
cardenales en su cara
del mojicón de los celos:
rodé por las escaleras.”
Que sea el gracioso quien los
pronuncie deja lugar a que el público se ría de una situación que para nada es
cómica. En estos versos, la mujer esconde lo que saben quienes la rodean, que
ha sido agredida. No queda claro si miente por sentirse culpable o para
proteger al marido.
Precisamente en la figura del
marido se centra el título de un poema de la extremeña Carolina Coronado
(1820-1911), “El marido verdugo”. La poeta romántica describe a los hombres
maltratadores como “feroces dañinas alimañas”. De humanos solo tienen la forma,
el revestimiento. Coronado se burla de su aparente valentía: “las gloriosas
hazañas del valiente” y, seguidamente, explica cómo el hombre agrede a su mujer
apretándole el cuello, tirándole de los cabellos, causándole moratones en la
piel… Termina comparando a la mujer con un “lirio suave y delicado” y a su
maltratador con un “áspero cardo”, lamentando que ella pierda al lado de un
marido cruel su belleza y juventud.
Mucho más reciente (2016) y con clara vocación de denuncia es la antología del Ayuntamiento de Salamanca No resignación, recopilada por Alfredo Pérez Alencart.