blog de Rebeca Martín Gil

jueves, 4 de enero de 2018

Portugal a principios del siglo XIX - Laura Permon (duquesa de Abrantes)


Laura Permon (1784-1838), casada en 1800 con Junot, más adelante duque de Abrantes, acompañó a su marido como embajador en la Península Ibérica. 
En esta obra nos describe la sociedad portuguesa de principios del XIX, sobre todo las poblaciones de Lisboa (el centro y la zona residencial de Marvila), Coimbra (la universidad y la Quinta de las Lágrimas), Sintra (con su frondosa vegetación y sus palacios) y Queluz (donde estaba el palacio real). 
Compara constantemente España, país que ya conocía, y Portugal: 
"Cuando nosotros llegamos no se conocían las chimeneas en Portugal, y la aversión que los portugueses tenían y siguen teniendo por los españoles hacíales rechazar los braseros, de manera que en invierno (...) sufríamos con la humedad fría ocasionada por la lluvia abundante que cae por espacio de dos meses."

Sobre las diferencias entre portugueses y españoles, prosigue, en este caso refiriéndose al lenguaje: 
"En España el lenguaje es como el hombre: entonado, grave, gutural, robusto. En Portugal es un ligero silbido labial, una palabra breve. En España, expresiones elegantes, frases quizá un poco largas, pero siempre dignas. En Portugal, una dicción más entrecortada. 
En Badajoz, desde luego, nadie habla portugués. En Elvas tampoco nadie habla español. La distancia entre las dos ciudades no es sino de media legua, pero existe un camino que el rencor ha hecho muy largo entre los dos países y que nunca es acortará."

También distingue la economía de España y Portugal, dos países que, pese a su vecindad, parecen haber vivido de espaldas durante siglos: 
"Y en todas partes actividad, en todas partes industria, lo mismo en dichos pueblos que en los alrededores inmediatos y los arrabales de Lisboa.
En esto se diferencian mucho Portugal y España, donde sólo se nota un movimiento industrial parecido en Cataluña y en un espacio del litoral andaluz."

La duquesa de Abrantes se encuentra con una capital todavía marcada por el terremoto de 1755:  
"En la llanura todo se vino abajo. En las pendientes de las montañas las calles permanecieron incólumes. Y como los teatros estaban entonces en la llanura, los clérigos dijeron, en sermones vehementísimos, que la cólera del Señor había caído sobre esos monumentos del pecado. A lo que replicó Pombal preguntándoles por qué el temblor de la tierra había respetado el barrio de las mujeres públicas, donde no se cayó ni una sola teja."
El anticlericalismo de Laura Permon no aparece únicamente en esta cita, sino que va impregnando toda la obra, permitiendo al lector conocer su carácter liberal. 


La duquesa nos muestra quiénes son sus principales amistades en Lisboa (entre ellos el hijo del marqués de Pombal, que le cuenta anécdotas vividas por su padre), así como quiénes no gozan de su aprobación. Entre ellos, destaca la princesa del Brasil, Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando VII, a quien caricaturiza cruelmente tanto por su físico (además de ser poco agraciada, tuvo un accidente montando a caballo que le dejó una cojera de por vida) como por su carácter (parece ser que en el palacio de Mafra no disimulaba su promiscuidad y tampoco escondía una mala relación con su madre y su cuñada). 

Escribe desde la nostalgia, fallecido ya su marido (se suicidó en 1813) y agobiada por las deudas. Recuerda una Portugal esplendorosa, llena de quintas y fiestas, antes de que su marido fuera derrotado por los ingleses en 1808 y tuviera que volver a Francia, empezando a tener problemas de salud mental. Permon murió totalmente arruinada, y las pompas fúnebres hasta el cementerio de Montmartre fueron sufragadas por fieles amigos.