W.
llegó a Barcelona con una pelota de droga dentro,
dinero
para las medicinas de su hijo
y
la promesa de que no le iban a pillar.
Aeropuerto,
hospital y cárcel.
W.
tenía dónde desayunar en sus salidas
un
café con leche, galletas y plátano.
Cuando
no estaba entre rejas,
trabajaba
en negro para la construcción.
W.
se enamoró, o le enamoraron.
W.
tuvo un hijo de padres latinos y nombre catalán.
Llegó
la hora del regreso. La tierra prometida
no
había conseguido dar sus frutos.
W.
salió de Barcelona con el estómago vacío
y
un bebé, el tercero, en brazos.
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