Poeta (así, género
epiceno) gallega, con poco más de 20 años obtuvo el prestigioso
Premio Adonáis por De una niña de provincias que se vino a vivir
en un Chagall, con un jurado
compuesto por Claudio Rodríguez y García Nieto. Se trataba de un
libro atormentado, rebelde, con una presencia constante de todo tipo
de drogas y venenos. En esta obra surrealista destaca la abundancia
del mundo vegetal y animal, como en Vicente Aleixandre. Se trata de
versos sin duda desgarradores:
“y
la poesía huye de mí como de una frase acabada”
“sé
bien que galoparé en negro”
“bebo
mis venas que se adormecen para querer morir”
Blanca Andreu reunió su primer poemario, junto con los dos siguientes
(Báculo de Babel y
Capitán Elphinstone)
en El sueño oscuro,
en 1994, con cubierta de su difunto marido, Juan Benet.
Regresó
a la poesía con La tierra transparente (Premio
Laureà Mela 2001), definido por ella misma como “un conjunto de
pequeños libros”. Destacamos la parte de Libro de Juan: “fuiste
la soledad donde nací”, así como el poema dedicado a Vicente
Ferrer: “salí de la fosa profunda / empujando la losa de mi
soledad”. Termina apelando al lector, a los lectores: “Sobre los
blancos matorrales / también vosotros / morís de amor”.
De
nuevo, unos años de silencio, para volver a la escena poética en
2010 con Los archivos griegos,
poemario escrito en Grecia, en la isla de Paros. De nuevo está
presente Vicente Ferrer. Se trata de una obra serena, con un tono muy
alejado al de los años ochenta, como atestiguan estos versos de “La
copa blanca”: “Me he preguntado muchas veces por qué llevo
Grecia en el alma / y cuánta gente guarda una Grecia atesorada en su
interior”. Destaca también “El amante pide a su amado
reconocimiento”, donde reconstruyen el diálogo entre el amante y
el amado del Cántico espiritual de
San Juan de la Cruz. Los archivos griegos es
un poemario sereno, que supone una reconciliación con su pasado, con
su infancia, por cuya ventana mira en “Ecos”, y con un padre al
que describe como “aquel hombre que no perdió su infancia”.