Si bien Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, 1949) se ha consagrado con sus últimas novelas, Crematorio (2007) y En la orilla (2013), sobre los desmanes del urbanismo costero, se trata de un autor de larga trayectoria, que ya en 1992 publicó una brillante y breve pieza, La buena letra. En ella, la narradora, anciana, evoca en unas memorias a su hijo el pasado familiar, siendo testigo (y víctima) del miedo, el hambre y la humillación de la guerra y la posguerra.
La buena letra muestra la oposición entre Ana y su cuñada (o sus cuñadas), aunque pronto la trama ofrece una lucha consigo misma y sus circunstancias. La novela, en muchos momentos, insinúa más que cuenta. Es el lector quien debe encajar las piezas para construir la evocación de un lugar y de un tiempo que ya no son iguales, transformados por el paso de los años y por nuevos proyectos urbanísticos.
La buena letra es una novela dura, tanto en el pasado referido como cuando deja intuir su presente, con una hija amargada y un hijo y una nuera con los que no se entiende.
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