Ella bailaba la vida y la muerte,
señora de la guerra y del amor.
Ella bailaba, ingrávida, con sonoras caderas.
Ella bailaba, bailaba descalza;
el mundo rendido a sus pies.
Ella bailaba y giraba, y reía.
El mar vigilaba callado, a lo lejos;
las montañas aullaban al oír su olor.
Ella bailaba. Todos pensaban en ella,
todos la rodeaban
y veneraban su ombligo, sus vaivenes.
Una lucha constante por coronarla,
por poseerla, a ella, la única,
que se desvanecía al ser tocada,
que bailaba y reía. Que bailaba.
Manos, tantas manos en las caderas…
A cada cosa su Dios.
Ella bailaba, bailaba, bailaba.
Hasta el fin de los tiempos, ella bailó.
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