blog de Rebeca Martín Gil

jueves, 2 de enero de 2014

Relato - Identidad

Estás acabando de fregar los platos y tu marido te dice, cuando le pides que te alcance la sartén, que esta tarde veréis a Jacinto y a Aurora.
***
Mientras repasas la cartelera, un codazo y la voz de tu cónyuge:
-          Mira, ahí está.
Levantas los ojos. ¿Ahí está, quién? Porque no distingues los rasgos, porque tiene el pelo al uno, porque puede parecerse tanto a Jacinto como a Aurora y, sin embargo, para ti no es ninguno de ellos. Se va acercando y miras a tu marido buscando confirmación. Él parece estar como siempre. El recién llegado se sienta con vosotros y, sin levantar la mirada de la tinta negra, planteas:
-          ¿Dónde está tu otra mitad?
-          En casa, limpiando.
Eso no ayuda nada. Está en la silla de al lado, a menos de un metro, y eres incapaz siquiera de afirmar si es hombre o mujer. A ratos dirías que se parece a Jacinto, y en otros momentos asegurarías que se trata de Aurora. 
-          La otra noche se despertó llorando, sin saber por qué.
Crees que habla de ti, de hace dos madrugadas, en que lloraste sin consuelo, a pulmón partido, mientras tu marido, indiferente, ajeno a todo, roncaba. Como ahora, ¿dónde está su angustia?, ¿dónde esa complicidad cuando quieres confesarle a gritos que no sabes quién os acompaña en la mesa? Tu parte del colchón agitada, tormenta que no acababa de llegar a la otra orilla.
-          Decía que no sabía quién era, quiénes éramos –explica Jacinto o Aurora.
Observas tus manos, tampoco ahí sabrías distinguir. ¿Tuyas o de otro? Con el dedo índice palpas en la barbilla una cicatriz que siempre te ha acompañado. Asientes, quieres añadir que comprendes sus inseguridades, que también a ti te está pasando.

-          Pobre –es lo que murmuras mientras el camarero os sirve los cafés. 

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