Porque
la vida es un sorbo o, a veces, un mal trago. Los labios silueteados
en la portada de la novela beben de una copa, degustan un cóctel en
el que está sumergido, ajeno a lo que le rodea, un feto.
Introduciendo la bioética en la narrativa española del siglo XXI,
esta primera novela de Graciela Rodríguez Alonso plantea la decisión
de una mujer, Eva, como la bíblica, como la pecadora del jardín del
Edén que condenó con su mordisco a sus descendientes.
Esta
nueva Eva, experta en amores fracasados, en búsquedas infructuosas
del hombre perfecto, dedica su tiempo libre a comprar en un centro
comercial cuyo nombre (La Felicidad) no induce a equívoco, y a leer
revistas femeninas que le aconsejan cómo alcanzarla. Decide, imbuida
por los artículos que pasan por sus manos, donar óvulos para
sembrar el mundo de sus hijos, como la mujer de Adán, sin plantearse
las consecuencias de su acto. Y, tras Eva, llegan las historias de
Úrsula y Victoria, dos mujeres de la alta sociedad enfrentadas por
un hombre, Emilio.
Nos
encontramos, en los personajes femeninos, una escalera de degradación
moral, correspondiendo con el nivel económico de ellas, desde Eva
hasta Victoria, obsesionada por vencer el tiempo, por poseer la
eterna juventud. Cordelia, el escalafón final, parece cerrar el
círculo reconstruyendo su identidad desde dentro. Cordelia, el
primer ser humano nacido a partir de un embrión adoptado, tras más
de cinco años congelado, regenera la raza, olvidando la espiral de
frivolidad en que vivían sus antecesoras.
Rodríguez
Alonso regala al lector pasajes llenos de poesía, como el baile de
pole-dance de Eva ante un despechado John, una danza con Leonard
Cohen de fondo que supone un renacimiento, un antes y un después en
su vida marcado por una maternidad que no surgirá de su vientre. El
personaje de Emilio, con su pasión por el tren eléctrico, (en el
que el lector viaja, desde el pueblo medieval hasta la estación de
Praga), por la paternidad, por ser feliz, supone un soplo de
esperanza, o al menos de aire fresco, ante los personajes de Úrsula,
obsesionada por el poder, y Victoria, obsesionada a su vez por
derrotarla, por vengarse, y sin embargo, vencida en última instancia
por la fuerza de la naturaleza, del caballo. Su tan cuidado rostro
destrozado, presente en todas las portadas, parece ser la última
palabra de Úrsula, su premio final, su definitivo corte de mangas.
El
trazo oculto,
novela de estructura circular, que arranca y termina con el personaje
de Eva como madre de la futura humanidad, deja abierto el debate
acerca de qué define la maternidad, acerca de qué hilos construyen
la identidad de cada ser humano, arrimando la literatura de hoy a la
sociedad hacia la que, quizás sin ser conscientes de ello y fruto de
los progresos de la ciencia y la tecnología, vamos encaminados.
(publicado originariamente en Deriva)
(publicado originariamente en Deriva)
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